Tiphaigne de la Roche escribió
una novela de viajes titulada "Giphantie" y publicada en 1.760, en el siguiente pasaje hace alusión
a una técnica que aún tardaría casi 50 años
en aparecer.
“En los desiertos del N. de Guinea encuentra un maravilloso jardín,
isla poblada por los “espíritus elementales”. El prefecto de la isla le
acompaña en la visita y le explica las maravillas del lugar.
Entre otras cosas nuestro viajero descubre, en un subterráneo, unos
paisajes. Ilusionadamente piensa que son reales, pero su acompañante explica
que “los
espíritus elementales no son tan hábiles pintores como buenos físicos, ya
juzgareis por su manera de obrar. Sabéis que la luz reflejada de los distintos
cuerpos forman cuadro y que estos cuerpos se graban en todas las superficies
pulidas, en la retina del ojo, en el agua, en los espejos. Los espíritus
elementales hemos procurado fijar esas imágenes fugaces. Hemos compuesto una
manera muy sutil, muy viscosa y pronta en desecarse y endurecer, con la que se
hace un cuadro en un santiamén. Se recubre de dicha materia un lienzo que luego
se presenta ante los objetos que se quieran pintar. El primer efecto del lienzo
es el mismo del espejo. En él se ven todos los cuerpos vecinos y lejanos cuya
imagen puede aportar luz. Pero lo que un espejo no puede hacer, lo consigue la
tela, cuyo revestimiento viscoso retiene los simulacros. El espejo nos devuelve
fielmente los objetos, pero no retiene ninguno. Nuestras telas también los
restituyen fielmente y los conservan todos. Esta impresión de las imágenes es
cuestión del primer instante en que la tela los reciba. Se quita enseguida y se
coloca en un lugar oscuro. Una hora después, el barniz esta seco y se tiene un
cuadro tan precioso que ningún arte puede imitar su verdad y que el tiempo de
ninguna manera puede estropearlo . . . . .”
El espíritu elemental se detuvo luego en algunos detalles físicos :
primero la naturaleza del cuerpo viscoso que intercepta y conserva los rayos;
segundo, las dificultades de su preparación y de ese cuerpo desecado; tres
problemas que yo propongo a los físicos de nuestros días y que remito a su
sagacidad.”
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